25.5.06

TXT: Sensacional 2 (Oh l´amour)


Ya no habremos de recostarnos entre telas

Nos pintaremos en carne viva.

Ningún óleo puede tener tanto universo


de Pornografía sentimental

-fragmento-

Quiero estar en la playa cuando se han ido los que tapan toda la arena con celofán

18.5.06

Sólo se me ocurre ese abrazo para guarecerme del miedo

“...Estoy acostado en mi cama, en mi quinto piso, y mi día que nadie interrumpe es como un reloj sin manillas. Igual que una cosa mucho tiempo perdida, se vuelve a encontrar una mañana en su sitio, cuidada y buena, casi más nueva que el día de la pérdida, como si hubiese estado confiada al cuidado de alguien, igualmente se encuentran dispersas sobre la colcha de mi cama cosas perdidas de mi infancia y que son como nuevas. Todos los miedos olvidados están aquí de nuevo.

El miedo de que un hilito de lana que sale del dobladillo de la colcha sea duro, duro y agudo como una aguja de acero; el miedo de que este botón pequeño de mi camisa de noche sea más grande que mi cabeza, más grande y más pesado; el miedo de que esta miguita de pan sea de vidrio cuando toque el suelo y se quiebre, y la inquietud pesada de que al mismo tiempo se rompa todo, que se rompa todo para siempre; el miedo de que ese borde desgarrado de una carta abierta sea un objeto prohibido, un objeto indeciblemente precioso para el que ningún lugar de la habitación sea bastante seguro; el miedo de tragar, si me dormía, el trozo de carbón que está ahí ante la estufa; el miedo de que una cifra cualquiera pueda empezar a crecer en mi cerebro hasta que no quede en mí sitio para ella; el miedo de que mi cama sea de granito, de granito gris; el miedo de gritar y que acudan a mi puerta y que terminen derribándola; el miedo de traicionarme y de decir todo de lo que tengo miedo, y el miedo de no poder decir nada, porque todo es indecible, y los otros miedos..., los miedos.

He rezado para volver a encontrar mi infancia, y ha vuelto, y siento que aún está dura como antes, y que no me ha servido de nada envejecer...”

Reiner Maria Rilke

de: Cuadernos de Malte Laurids Brigge,

1910.

12.5.06

TXT: Sensacional 1

Créanme, hay un lugar donde no podemos ya acudir, pero estuvimos a salvo. Lo pienso ahora escuchando ese disco de The Cardigans que tenía olvidado y que recordé en pleno viaje a mi pueblo: había mucho campo alrededor y las vacas eran oscuras como la noche.

Hay un sitio, decía, que es como ese campo y esas vaquitas camufladas en la sombra. Un sitio indiviso y a salvo de esta intemperie de contrastes. No ocurrió nunca del todo, pero está en el recuerdo, como recuerdo a secas. Quiero decir, como plena sensación, que es la forma inconsciente y verdadera que cobra el recuerdo. No sabemos dónde se gestó ni de dónde viene, pero existe. A lo sumo, podemos encontrar algún color en una foto vieja, un detalle pequeño en esa foto, que lo atestigüe. O un olor. El mío es el del mármol de la casa de tía Martita. Los departamentos de escalera construidos alrededor de 1950, suelen tenerlo. Nunca pude alquilar uno.

Hay un sitio, decía, que es el suelo de ese recuerdo sensacional, en el sentido más literal de la palabra. Y ese recuerdo se forja cuando aún no aprendimos a recordar. Esa patria donde podemos guarecernos del mundo se forjó cuando aún no sabíamos qué cosa era el mundo. Una canción antes de la música. Sin contrastes. El afuera formaba parte del adentro. Fuimos ser en el mundo y el mundo era en nosotros: criaturas felices antes, incluso, que la felicidad.

Me recuerdo festejando una primavera con mi hermano, en el patio de casa. Había sándwichs y un paquete de galletitas dulces. Se llamaban palmeritas. Pero no eran como las palmeritas que conocemos. Eran más secas y planas. Lo lindo de comerlas era hacerlo en espiral. No las encontré más, supongo que ya no se fabrican. Si ahora viera una, por ejemplo, sería como el olor de la casa de la tía Martita, o la malla enteriza fucsia de la foto vieja. Y vendría la sensación entera, como si los fragmentos existieran sólo para que podamos experimentar ese recuerdo enorme, sensación pura.

Estoy llena de miedos, y la noche se cierra oscura. No hay campo alrededor. Y, si lo hubiera, sería apenas eso, un campo de noche, un espacio más. Pura intemperie. Inexorable contraste de sombras.

TXT: Volver a leer a Vallejo

Esperaos. Ya os voy a narrar
todo. Esperaos sossiegue
este dolor de cabeza. Esperaos.
Trilce 42

El domingo pasado salió, gratis, en Página/12 un libro que contiene Los Heraldos Negros y Trilce. Mis ediciones son muy viejas y están ajadas. Lo compré y lo volví a leer (con el página limpié los vidrios de casa, lástima que el Radar es muy duro, hay que usarlo para escurrir las milanesas).
Volví a leer a Vallejo: Volvieron a darme ganas de llorar. Una vez se lo comenté a una profesora de Literatura Iberoamericana y se rió de mí. Claro, no está bien emocionarse en la Academia. Y con Vallejo parece que muchos críticos se emocionaron demasiado y eso, repito, está mal visto. Los aprendices de intelectual debíamos superar esa emoción y sonreír de lado cuando alguien se atreve a semejante cosa.
Dijeron de Vallejo que había muerto de hambre y de tristeza, que era una especie de dios desparramado entre los mortales, sólo por su poesía, que era el testimonio vivo del dolor del hombre en el mundo. Aquí es donde un intelectual sonríe de lado.
Viajó por toda Europa. En París y Moscú se detuvo especialmente. Escribía crónicas para un diario de Trujillo. Nunca he leído notas hechas en plena vanguardia con tanta lucidez. “Vanguardistas de salón que vanguardizan para galerías”, decía él, el más vanguardista de todos que había escrito, solo en medio del alto peruano, en 1922, Trilce, el conjunto de poemas que todavía hoy es nuevo y brillante como un secreto. Quisieron halagarlo en España diciéndole “surrealista avant la lettre", precisamente, por Trilce. Y él se ofendió. No le gustaba el surrealismo. A mí tampoco me gusta. Dalí es padre del monstruo más inoperante del arte. Ahí la tenemos a su hija boba, Martha, con su publicidad de Tafirol*.
Como buen padre, Vallejo no tuvo hijos, sólo lectores, que es un modo de parir. Quizás el mejor.
El domingo 14/05, sale, supongo, Poemas póstumos, también publicados como Poemas humanos. Esos sí que duelen. Esos sí que salvan.
“Tengo fe en ser fuerte”, recuerdo que dice alguno de Trilce,”tengo fe en que soy y en que he sido menos”.
Y otra: “Pienso en tu sexo. Simplificado el corazón pienso en tu sexo”.
Me dan ganas de ir a casa a leerlo.

* Pudo Martha, no obstante, dar con una buena obra, de verdad vital, hace un tiempo, en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza

TXT: Cantidad incolora. Hoy: la lágrima

Ahora mismo le cae una lágrima como de Man Ray,
solarizada por la luz de las siete de la tarde

Hoy tengo ganas de llorar. Las tengo desde hace un tiempo. Pasa que no estoy llorando últimamente mucho y anoche lloré bastante, merced a un recuerdo que cuando duele (y duele siempre) me parte al medio.
Y empecé a llorar. Es como si se destapara algo. De hecho, los conductos lagrimales son eso: conductos, y se deben tapar o destapar tanto como el caño de la cocina. Pero no de lechuga, precisamente.
Ando con el lagrimal destapado, entonces, y me duele todo. O, mejor dicho, todo lo que me duele hace agüita en el cuenco rojo del lacrimal. Son apenas mililitros, cantidad insignificante, minúscula, pero de dónde viene. ¿Qué cosa genera la lágrima? Es tan física, pero tan físicamente pequeña (cantidad incolora, diría Vallejo: VER post), que es, a la vez, cosa más ¿espiritual? ¿psíquica? ¿De dónde viene la lágrima? El cuerpo ejerce la angustia que empieza más lejos, pensé una vez. Pero ¿dónde empieza?
Ahora, la enanita de la pantalla de mi televisor me da ganas de llorar. Tiene las tetas enormes y caídas. Es feliz. Tiene, también, acaba de decirlo, un embarazo de 12 semanas y una sonrisa tranquila, de madre. Todo eso me hace llorar. La palabra embarazo, sonrisa y madre particularmente.

La tristeza sabe habitar los planos inclinados

Acaso nos disfracemos de aquello que más deseamos ser. Y nunca el deseo es falso